domingo, 23 de octubre de 2016

CORTARSE NO ES CUESTIÓN DE PLACER

CORTARSE NO ES CUESTIÓN DE PLACER 

Por : LPSI. Nilse Ximena Vargas Pérez
PSICÓLOGA DE ADOLESCENTES

Una vez más Mariela se encierra en el baño, acaba de tener una acalorada discusión con su madre, como siempre, no logra comprender qué quiere, le dice que va a confiar en ella y darle libertad para salir y compartir con sus amigos, pero la llama más de 10 veces al celular cuando sale y si retorna tarde empieza a gritarle y tironearla de la ropa, ésta vez fue mucho más lejos, Mariela llegó a las 8:00 p.m. , sabía que su permiso era solo hasta las 7:00 pero se retrasó, acababa de conocer a este muchacho y se quedó fascinada conversando con él en la plazuela, cuando sonó el celular, el tono de su madre la asustó, salió corriendo a tomar el micro que la llevaría a casa.

Apenas ingresó sintió el zarandeo, las palabras hirientes: "jamás confiaré de nuevo en tí", "¿con quién estabas?"...... ella se queda callada, la madre la zarandea con mayor violencia, enojada, los ojos enrojecidos de haber llorado, "perdón má", susurra, y de pronto, la bofetada, le quema la cara, la culpa desaparece y emerge la culpa, "eres una mala, nunca logras comprender qué siento", "no debiste pegarme, no debiste pegarme" grita y sale corriendo hacia el baño, se encierra, busca en su bolsillo, aquel estilete pequeño que ha venido usando algunas veces, se apoya en el inodoro, llora fuerte, muy fuerte, la madre golpea su puerta, suspira, calma su llanto fuerte y solloza despacio, "Mariela, grita la madre, sal hija, hablemos", la escucha, guarda un largo silencio, suspira, "ya voy má", responde, espérame abajo.

La madre abandona la puerta del baño, baja las escaleras despacio hacia la cocina, Mariela escucha, llora suavemente, "¿porqué?, ¿porqué? susurra y con mucha calma, toma el estilete y lo acerca a su muñeca, en la parte alta, corta, el ardor es atroz, lo siente mientras sus lágrimas corren, luego un letargo, el llanto cesa, el ardor da paso al calor, la sangre correa despacio y ella va sitiendo alivio, paz, se apacigua su dolor, se levanta, limpia y esconde el estilete, toma un trozo de vendas del botiquín y se venda despacio, luego, cubre todo con su polerón largo, nadie lo notará, nadie, limpia las manchas de sangre con clama, se siente en paz, sale de baño, baja a la cocina, su madre la abraza, la mira, sonríe, recibe el plato de comida en silencio y mira la televisión que se halla cerca. Nadie, nadie notó que en sus ojos se perdió el brillo, la luz, que ella quedó aletargada, libre de sentir, de sentir nada".

El cutting, un símtoma contemporáneo de nuestros adolescentes, una conducta que emergió hace muchos años de los niños y adolescentes de  la calle, como rito de iniciación para ser parte de un grupo, una pandilla, un sector de "pertenencia". Poco a poco esta conducta se fue ampliando a otros sectores de jóvenes y muchachitas, que al sentir el peso de la cultura empezaron a realizar este tipo de comportamiento para alejarse de la realidad. Jóvenes frágiles, sensibles, con poca contención y comprensión de padres que también, temerosos por la época, los secuestros, las malas influencias, el temor a los abusos, los asesinatos, buscan rodear a sus hijos de todo "dentro de casa" y se aterran cuando llega le momento de que ellos "experimenten" la vida, las salidas, los encuentros, las relaciones de amistad, los grupos, las parejas, el alcohol, etc.

Sufrimiento letal para ambos, padres e hijos, para ellos, nuestros adolescentes, el recurso directo es la autoagresión, no es algo que genere placer, es solo el desahogo a la tensión, a la ansiedad, al dolor, el no poder confiar en nadie. ¿los efectos?, una especie de "adicción" a cortarse, en zonas que no se ven, por causas que ni ellos mismos podrían definir con claridad.

En la terapia, el discurso, el hablar del adolescente, lo que quiera decir, es lo que abre espacio al ámbito del pase del dolor, de la acción impulsiva al conocer, a identificar, a saber qué ocurre ahí, justo donde surge el corte.

sábado, 1 de octubre de 2016

Aquel vacío existencial


AQUEL VACÍO EXISTENCIAL

Por: Nilse Ximena Vargas Pérez 
Psicóloga de adolescentes



Aquel dia despertó sintiendo aquella sensación de vacío en el espíritu. Se había percatado que esto venía ocurriendo cada vez con mayor frecuencia. A los 13 años había perdido paulatinamente la confianza en sus padres, ¿cómo hacerlo?, su padre nunca estaba en casa, llegaba de noche cuando él ya se encontraba dormido y al despertar ya se había marchado. 
Tu padre dejó dinero para tus pasajes y gastos -le decía la madre- entregándole un par de billetes y algunas monedas. Yo tampoco estaré hasta muy tarde, puedes comprar la comida o preparar algo si quieres, hay algo guardado en el congelador.
Se alistaba despacio, muchas veces no lograba ni siquiera cepillarse los dientes mientras corría a tomar el bus del colegio, de su brazo colgaba una mochila algo mugrienta con un montón de stickers y llaveros de colección. En su mano derecha su celular, que cuidaba más que a su vida, conectado a los auriculares con música en sonido estridente, sin importarle que las recomendaciones a no oír en voz alta la música le afectaran.
En el bus, se sume en la música y enciende el celular para ingresar a su página de snapchat, observando fotos y viendo videos, riendo a solas en el fondo dle bus, adelante, chiquilines de 8 a 11 años juegan y ríen despreocupados. Entonces siente esa sensación, otra vez, el nudo en el estómago, el vacío, la soledad y el enojo que poco a poco de apodera de su rostro y se torna serio, cierra los ojos, mira las imágenes sin mirarlas en realidad, se pierde en la música. Ya no sabe qué ocurre con él, porqué pasa tanto tiempo molesto, hosco, sin ganas de nada.....

En mi experiencia de trabajo con adolescentes, recibo jóvenes con este síntoma contemporáneo: "la soledad", esa mezcla de vacío, de enojo, de no entender qué ocurre con ellos; entretanto, los padres me preguntan: "¿qué le falta?, intentamos darle TODO, pero NADA lo satisface, pide y pide y no le interesa nada más, ya no habla con nosotros.... se hunde en su música absurda, en su mundo de celular".

¿Cuándo paso?, -pregunto- y las respuestas son similares, entre los 13 y 14 años, cada joven o muchachita se "abisma" en su mundo propio, deja de hablar, se comunica con simples monosílabos propios de su grupo de edad y crean su propio mundo de soledad, entonces, una y otra vez, empiezan a sufrir desesperadamente, a hacer cosas inentendibles, cortarse, embotarse con el celular, gruñir sin aparente razón, llorar las chicas, gritar los varones, pero de comunicación.... NADA. Papá y mamá son dos perfectos extraños, la caída de ideales es fatal, surge la crítica, la ironía, las palabrotas de grupo, los memes, la aparente desfachatez en sus conductas.

En la consulta pregunto, ¿cuándo empezaste a sufrir así?, ¿en qué momento dejaste de conectarte con el niño o la nena que fuiste recién ayer?, y sale la risita irónica, la mirada  perdida y las lágrimas furiosas que son velozmente reprimidas; "¿qué quieres que te diga?, -me dicen- a ellos no les importo, es más, ahora descubro que jamás les importé, ni siquiera me conocen, ni siquiera pienso responder a sus preguntas porque salen como reproches, como críticas, a veces, ni siquiera mis amigos me comprenden, estoy bien así, yo no necesito psicólogo".

Entretanto las notas de colegio bajan, la habitación permanece sucia, la comida chatarra es buscada con ansiedad, y los padres discuten, se echan la culpa, sin percatarse que su "niño" o su "niña" los estudia, los analiza, los juzga, los descubre sin máscara y mientras caen al vacío sus ideales, él va cayendo con ellos. 

Pero los padres no comprenden que este es posiblemente el mejor momento de sus vidas para poder mirarse desde adentro, como padres, como modelos de identificación, como figuras de autoridad. No es el encuentro hacia el hijo lo que se juega, es el encuentro en su "interior de padre", "en su interior de madre", en los mensajes que emiten, en las conductas no verbales que despliegan, en las actitudes de "hombre" y "mujer" que aterradoramente despliegan frente a los hijos causando horror en ellos y rechazo a parecerse un dia a alguno. 

Difícil para un adolescente aún pensar quién quiere ser, porque su mente está centrada en descubrir quiénes lo acaban de decepcionar. Esta caída de ideales necesaria, importante, es la que se recorre en el camino terapéutico, porque si no fuera por ella, aún a costo del dolor propio del jovencito y la muchacha, nunca se establecería la desvinculación que dé lugar al "ser propio" que debe aprender a "dar a luz" por su cuenta cada adolescente. largo el camino, tortuoso, plagado de cólera, tristeza y soledad, en el que los padres en lugar de poner todo de su parte tienden a culparse recíprocamente o a autoreprocharse y victimizarse.