martes, 27 de diciembre de 2016

MIGUEL NO QUERÍA MORIR

Por : LPSI. Nilse Ximena Vargas Pérez
Psicoterapeuta de adolescentes

Cuando despertó en aquel hospital Miguel no lograba aún identificar qué fue lo que acababa de ocurrir; un médico residente en Gastroenterología lo estaba revisando, yo era la  Psicóloga en aquel tiempo; y él me miró,  de aquel modo en que me miraba un médico cuando sabíamos que alguien iba a morir: evidemente, aquel adolescente de 15 años se había tomado casi un galón de un litro de gramoxone, aquel veneno que usan en el campo para eliminar plagas.

Un gesto al interno, como señal de que me dejara solo con aquel niño, y él  salió moviendo la cabeza , sentada, en la esquina de la cama pregunto: ¿Cómo estás Miguel?, "me duele mucho, qué me pasó?, ¿no recuerdas aún?, murmuro, ¡¡¡mjjj!! ... "estaba enojado", me había peleado con mi padre porque recién falleció mi mamá y ya lo ví con otra mujer", -¡ayyyy!, ¡duele demasiado!, me quema por dentro-, estaba furioso, le reclamé y peleamos, ¡necesito quien me cuide! dijo mi padre, ¿y yo?, -le dije- ¿y yo?.... y me fui con enojo al campo, a cuidar el cultivo, pero vi el bidón y me tomé, quería que se asuste y vea qué puede  pasar si muero. ¿Quisiste morir?, pregunté, ¡¡NO!!, sólo quise asustarlo, bueno,  ese rato tal vez, pero no pensé, me habían dicho que te hacen lavados y ya, quería que él se asuste y deje a esa mujer y nos cuide a mo hermana y a mí.

Miguel había ingerido demasiado veneno, el gramoxone iba destruyendo el interior de su cuerpo y no sabía que estaba con morfina para que el dolor le fuera más llevadero, iba a morir, sus órganos internos se quemaban cada minuto, me habían llamado solo para "ayudarlo a morir" en palabras del médico internista, le había además inyectado un fuerte somnífero para dormir.

Intenté que me contara algo de su vida, y que me hablara de sus sueños de adolescente, le gustaba la música de Big Boy (era el año 2000), y sonreía al recordar a su mamá, mencionaba que al salir del hospital iba a pedir perdón en la tumba de su madre por haber tomado aquella acción y que iba a tratar de conversar con su padre.

No pudo decir más, la droga hacía su efecto, se iba durmiendo. Aquella noche a las 2 de la madrugada, el interno me llamó, decía que Miguel estaba gritando de dolor y que estaba muriendo en medio del más intenso sufrimiento.

Fui más temprano para verlo, pero ya había fallecido, el torpe interno estaba dando la noticia al padre del muchacho con brusquedad, sin un poco de tino, carente de empatía o temeroso tal vez por la angustia de haber pasado la noche escuchando los gritos de aquel gentil muchacho.

Durante el tiempo que tuve la oportunidad de trabajar en aquel hospital o en centros de salud, hubo otras ocasiones en que atendí a varios adolescentes por intentos de suicidio, no volví a ver morir a nadie más, pero las circunstancias de cada  intento de suicidio siempre fueron las mismas: el enojo, querer "castigar" a algún progenitor, buscar afecto, sobre todo, usar el intento de suicidio como una conducta "acting-out" que en Psicología hace referencia a un acto que sale del campo de  la reflexión, que es manejada por el impulso generado por el enojo, la frustración, la ira o el intenso dolor, muchas veces por episodios frecuentes de depresión y soledad en el adolescente, en la muchacha.

Por otra parte, en mi experiencia clínica de consultorio, aprendí a "escuchar" cuando un joven o una muchachita amenazan con suicidarse y tuve que realizar intervenciones de urgencia con los padres pues a veces, por ignorancia, porque ellos piensan que es una manipulación de sus hijos, suelen pensar que "nada va a pasar", que es "pura amenaza".

Pero el adolescente está regido aún por sus impulsos, se halla conflictuado por sus cambios frecuentes de humor o de carácter, tiende a la irascibilidad, a la espontánea irupción de conductas no reflexionadas y salidas de cualquier contexto de comprensión.

                  UNA AMENAZA DE SUICIDIO, PUEDE LLEVAR A UN INTENTO,
                  O DOS, O MÁS DE QUERER QUITARSE  LA VIDA.
               UN  INTENTO DE SUICIDIO, PUEDE LLEGAR UN DÍA
              CUALQUIERA ....A SER UNA  MUERTE REAL. 

Miguel no imaginó que iba a morir, cortó su vida en un instante de enojo, dejó a su padre anclado en la culpa, el dolor inimaginable, la desesperación.

En la terapia, se trabaja bajo el prisma de la URGENCIA, no pueden establecerse sesiones largas y tediosas de indagación de antecedentes, lo vital es identificar QUÉ OCURRE con este joven,  con esta muchacha, hay muchas razones por las cuales ocurre el intento suicida, se requieren las sesiones de terapia familiar, sobre todo aquellas de terapia breve centrada en el enfoque sistémico, que coadyuvan de manera precisa a evitar un nuevo intento, para que pueda fluír un campo de comunicación familiar, vincular, sistémico que llegue a descubrir un fondo amplio de complejas tramas familiares, donde la voz de un adolescente tuvo que hacerse escuchar a través del terrorífico intento suicida para promover movimientos terapéuticos que alcancen a todo el sistema familiar.

Hoy en día, cuando ocasionalmente escucho a Big Boy, recuerdo a aquel gentil muchachito, su sonrisa triste, la palidez de su rostro y pienso en lo importante que es "llegar a tiempo", encontrar el momento preciso en que nuestros hijos siendo adolescentes empiezan a vivir experiencias internas confusas, extrañas, ajenas al conocimiento de nosotros como padres y expreso con total certeza que es un momento en que debemos aprender a escuchar, a no juzgar, a "abrir" nuestra mente a su tiempo y su realidad de adolescente, estar a su lado aunque sea dificil... la terapia ayuda a poder realizar este encuentro especial.



miércoles, 7 de diciembre de 2016


ESTAR EN UNA TRIBU URBANA
-ES MÁS QUE SENTIRSE "EN UN GRUPO"

LPSI. Nilse Ximena Vargas Pérez
PSICÓLOGA DE ADOLESCENTES

Indudablemente para Mariana ser "emo" es lo mejor que pudo pasarle en la vida. Hace un par de meses conoció a Matías y Clarisa, dos chicos de su edad que conoció en la plazuela Cobija de Cochabamba. Recuerda que se había sentado en una banqueta para pensar en lo que le estaba ocurriendo: desde hace un par de años empezó a sentir que estaba hastiada de  la vida, que escuchar a sus padres y hermanos a diario discutir por cosas según ella "superfluas", ya no era parte de su interés y de hecho, ella había sido la protagonista principal en su infancia en este tipo de discusiones, sobre comida, salidas, derechos entre hermanos, reclamos a sus padres por querer ser el centro de atención de ellos, etc.

Pero a sus 13 años murió su abuelo, el único ser en el mundo que la conocía mejor que nadie en su casa, ni su mamá que tenía desde siempre sus accesos de histeria y somatizaciones frecuentes para atraer la atención (sus migrañas que la tumbaban en cama, dopada y ajena de  la realidad familiar), ni su padre tan ausente, preocupado por perfeccionar su carrera profesional con maestrías que realizaba o diplomados para ser el mejor "ejecutivo" de su empresa en la que es socio mayoritario.

Mucho menos sus dos hermanos mayores que andan por su cuenta entre fiestas, viajes, salidas y frecuentes gritos sobre "quién usó mis cosas", o "quién tiene la mayor cantidad de amigos", tampoco su hermanito menor que se halla recontra sobreprotegido por sus padres debido a que "apenas tiene 8 añitos" -según la madre- y a quien ve aferrada al pequeño. Claro, Mariana piensa que este pobre niño ni puede respirar solo.

Fue así, que la tristeza la fue invadiendo y le contaba esto a su abuelo materno, que vivía en un cuarto apartado de la casa, a quien cuidaban poco en realidad, aunque ella no, ella siempre estuvo a su lado. Cuando murió ella sintió que la vida se le fue, que todo lo que tenía se iba con él, ¿quién la confortaría cuando tenía ganas de llorar porque aquel chico la dejó?, ¿quién reiría de sus anécdotas de colegio?. 

La muerte del abuelo la dejó solitaria y empezó a querer saber sobre los chicos y chicas que son tan "sentimentales" como la llama con ironía su papá y sus hermanos. Un día su hermana le dijo : "pareces una tonta emo", y ella tomó conciencia de que esta palabra significaba algo, e  indagó, "alguien" en su colegio le dijo que a veces habían grupos de emos que se reunían en ciertos lugares. Aquel día ella fue a buscarlos y ahí vió a Matías y Clarisa, una pareja de enamorados de 15 años que "la escucharon", "lloraron con ella", "la hicieron sentir perteneciente a algo", "le dieron un lugar" que ella sintió perdido.

Una semana después su indumentaria era otra, su pelo recortado y pegado a la cara tapando sus ojos o medio rostro, su ropa típica de "ch¡ca emo", sus cuadernos y stickers en la mochila, su grupo amado con el que sale casi a diario. Sus padres azorados, sus hermanos que se burlan, nada le importa, ahora ha empezado a coleccionar música emo, la que la hace feliz en medio de su dolor y depresión por su vida, paradójico, ama ser "depresiva", ama ser "emo", la "chica emo" despreciada por su curso, pero "amada" en su grupo.

A los padres les aterra que sus hijos ingresen en pandillas y con dificultad distinguen la diferencia entre lo que son pandillas de lo que son "tríbus urbanas" hoy en día, ¿cuántas hay?, se sorprenderían, el punto es : ¿a cuál pertenece mi hijo o mi hija?, ¿porqué elige una?, ¿en qué momento de su vida?, ¿cómo debo proceder como madre, como padre para saber si elige esta tribu por convicción o por simple circunstancia?.

La duda y el desconocimiento, entretanto juzgan, sancionan, prohiben o etiquetan al grupo, sin saber lo que este le da a su hijo, lo que su hija encuentra allí.

Las tribus urbanas son una realidad frente a la cual debemos prepararnos como padres, conocer sus bases ideológicas, su estilo de música, los mensajes que emiten, la indumentaria que utilizan, los puntos precisos de encuentro cuando se forman estos grupos. Sólo de este modo se producirá nuevamente un ENCUENTRO, un espacio de diálogo con sus hijos, no juzgarlos, no prohibirles, no criticar su ropa o música, o lenguaje, sólo conocer y procurar acercarse a ese mundo interno que buscan ellos a través de la unión a esa tribu urbana que eligió.

En la terapia psicológica, se busca hacer que "hable" de eso que "sufre", de sus temores, de la funcionalidad en su vida que tiene la depresión, de lo que significa cortarse, o vivir sufriendo, para ellos esto "ES" funcional, y es esa "aparente funcionalidad" lo que da cuenta de su arraigo al grupo, a la tribu. El camino de recorrido es largo, se pasa del escuchar, del cuestionar con respeto y si se puede algo de ternura, a valorar lo mejor de ellos, a no quitarles su tribu, ni su creencia, sólo a permitirles nuevamente la posibilidad de creer que su "indivualidad" no implica soledad, que no requiere "apegos" peligrosos a costa de su afectividad, que a pesar de todo tienen a la mejor persona de sus vidas a su lado : ELLOS MISMOS.