miércoles, 7 de diciembre de 2016


ESTAR EN UNA TRIBU URBANA
-ES MÁS QUE SENTIRSE "EN UN GRUPO"

LPSI. Nilse Ximena Vargas Pérez
PSICÓLOGA DE ADOLESCENTES

Indudablemente para Mariana ser "emo" es lo mejor que pudo pasarle en la vida. Hace un par de meses conoció a Matías y Clarisa, dos chicos de su edad que conoció en la plazuela Cobija de Cochabamba. Recuerda que se había sentado en una banqueta para pensar en lo que le estaba ocurriendo: desde hace un par de años empezó a sentir que estaba hastiada de  la vida, que escuchar a sus padres y hermanos a diario discutir por cosas según ella "superfluas", ya no era parte de su interés y de hecho, ella había sido la protagonista principal en su infancia en este tipo de discusiones, sobre comida, salidas, derechos entre hermanos, reclamos a sus padres por querer ser el centro de atención de ellos, etc.

Pero a sus 13 años murió su abuelo, el único ser en el mundo que la conocía mejor que nadie en su casa, ni su mamá que tenía desde siempre sus accesos de histeria y somatizaciones frecuentes para atraer la atención (sus migrañas que la tumbaban en cama, dopada y ajena de  la realidad familiar), ni su padre tan ausente, preocupado por perfeccionar su carrera profesional con maestrías que realizaba o diplomados para ser el mejor "ejecutivo" de su empresa en la que es socio mayoritario.

Mucho menos sus dos hermanos mayores que andan por su cuenta entre fiestas, viajes, salidas y frecuentes gritos sobre "quién usó mis cosas", o "quién tiene la mayor cantidad de amigos", tampoco su hermanito menor que se halla recontra sobreprotegido por sus padres debido a que "apenas tiene 8 añitos" -según la madre- y a quien ve aferrada al pequeño. Claro, Mariana piensa que este pobre niño ni puede respirar solo.

Fue así, que la tristeza la fue invadiendo y le contaba esto a su abuelo materno, que vivía en un cuarto apartado de la casa, a quien cuidaban poco en realidad, aunque ella no, ella siempre estuvo a su lado. Cuando murió ella sintió que la vida se le fue, que todo lo que tenía se iba con él, ¿quién la confortaría cuando tenía ganas de llorar porque aquel chico la dejó?, ¿quién reiría de sus anécdotas de colegio?. 

La muerte del abuelo la dejó solitaria y empezó a querer saber sobre los chicos y chicas que son tan "sentimentales" como la llama con ironía su papá y sus hermanos. Un día su hermana le dijo : "pareces una tonta emo", y ella tomó conciencia de que esta palabra significaba algo, e  indagó, "alguien" en su colegio le dijo que a veces habían grupos de emos que se reunían en ciertos lugares. Aquel día ella fue a buscarlos y ahí vió a Matías y Clarisa, una pareja de enamorados de 15 años que "la escucharon", "lloraron con ella", "la hicieron sentir perteneciente a algo", "le dieron un lugar" que ella sintió perdido.

Una semana después su indumentaria era otra, su pelo recortado y pegado a la cara tapando sus ojos o medio rostro, su ropa típica de "ch¡ca emo", sus cuadernos y stickers en la mochila, su grupo amado con el que sale casi a diario. Sus padres azorados, sus hermanos que se burlan, nada le importa, ahora ha empezado a coleccionar música emo, la que la hace feliz en medio de su dolor y depresión por su vida, paradójico, ama ser "depresiva", ama ser "emo", la "chica emo" despreciada por su curso, pero "amada" en su grupo.

A los padres les aterra que sus hijos ingresen en pandillas y con dificultad distinguen la diferencia entre lo que son pandillas de lo que son "tríbus urbanas" hoy en día, ¿cuántas hay?, se sorprenderían, el punto es : ¿a cuál pertenece mi hijo o mi hija?, ¿porqué elige una?, ¿en qué momento de su vida?, ¿cómo debo proceder como madre, como padre para saber si elige esta tribu por convicción o por simple circunstancia?.

La duda y el desconocimiento, entretanto juzgan, sancionan, prohiben o etiquetan al grupo, sin saber lo que este le da a su hijo, lo que su hija encuentra allí.

Las tribus urbanas son una realidad frente a la cual debemos prepararnos como padres, conocer sus bases ideológicas, su estilo de música, los mensajes que emiten, la indumentaria que utilizan, los puntos precisos de encuentro cuando se forman estos grupos. Sólo de este modo se producirá nuevamente un ENCUENTRO, un espacio de diálogo con sus hijos, no juzgarlos, no prohibirles, no criticar su ropa o música, o lenguaje, sólo conocer y procurar acercarse a ese mundo interno que buscan ellos a través de la unión a esa tribu urbana que eligió.

En la terapia psicológica, se busca hacer que "hable" de eso que "sufre", de sus temores, de la funcionalidad en su vida que tiene la depresión, de lo que significa cortarse, o vivir sufriendo, para ellos esto "ES" funcional, y es esa "aparente funcionalidad" lo que da cuenta de su arraigo al grupo, a la tribu. El camino de recorrido es largo, se pasa del escuchar, del cuestionar con respeto y si se puede algo de ternura, a valorar lo mejor de ellos, a no quitarles su tribu, ni su creencia, sólo a permitirles nuevamente la posibilidad de creer que su "indivualidad" no implica soledad, que no requiere "apegos" peligrosos a costa de su afectividad, que a pesar de todo tienen a la mejor persona de sus vidas a su lado : ELLOS MISMOS. 






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