viernes, 18 de noviembre de 2016

RESILIENTE DESDE SIEMPRE, 
POR SIEMPRE Y PARA SIEMPRE

Por: Nilse Ximena Vargas Pérez
PSICÓLOGA CLÍNICA DE ADOLESCENTES

"Luis Alberto y su pequeño hermano Matías pelean tan seguido que para Lucas es siempre complicado lograr que ambos lleguen a un acuerdo, sobre todo porque ambos le piden ponerse de su parte. Con 4 años de diferencia cada uno, Lucas tiene 16 años, dentro de un año más terminará el colegio y saldrá del internado-hogar de varones donde vive desde sus 12 años; aún recuerda porqué ingresó allí junto con sus dos hermanos menores, recuerda aquel fatídico día cuando una vez más su padre retornó ebrio y golpeado a su casa; había peleado y la naríz le sangraba, al verlo así el horror se apoderó del pequeño que empezó a llorar casi a gritos mientras la madre procuraba tranquilizarlo, Luis Alberto había corrido al baño en busca de papel higiénico y toallas  para limpiar la herida y cortar el sangrado.
Lucas retornaba de las faenas del campo que solía encargarle su padre, eran las 9 y corrió al oír los gritos de auxilio de su madre y los chillidos de sus hermanos: ¡No!, -pensaba- ¡otra vez no! y corría con velocidad de rayo. Al abrir la puerta el espectáculo más atroz se desplegaba ante sus ojos: el padre estrangulaba a la madre con una mano y con ira inusitada clavaba un cuchillo en su vientre mientras le decía que ella no era de nadie más que de él, en su delirio celópata acusando a  la mujer de adulterio.
Luis Alberto luchaba con la fuerza del padre y el pequeño Matías azorado en un rincón chillaba sin parar, Lucas cogió una palo y golpeó la espalda del padre logrando que reaccionara y soltara el cuello de la mujer. Aquel instante de turbación sacó al hombre de su delirio y locura y al volver en sí vió a la esposa agonizando frente a él, con la mirada suplicante y el hilo de vida que le quedaba solo sirvió para decir: "te perdono", al marido.
Lo que vino después fue rapido, el juzgado de protección a la infancia puso preso al hombre y los niños fueron a vivir e aquel internado-hogar".

Los hermanos pelean: ¡te odio tanto como odio a TU padre le dice Luis Alberto a Matías, ¿cómo puedes defender a ese maldito que mató a nuestra madre?, "ha venido a pedir perdón, de rodillas ha pedido perdón" explica Matías, es mi papá, tuyo también y nuestra madre le perdonó antes de morir, a mí me enseñan aquí en en Hogar que no se debe odiar". Lucas ve la pelea y evoca la imagen del asesinato, llora, separa a los hermanos, abraza a Matías, lo besa en la cabeza y limpia sus lágrimas de niño desvalido; toma a Luis Alberto del brazo, también lo abraza pero el chico lo rechaza, "tú también le perdonas", a ese infeliz, tú llegaste tarde, yo no pude defenderla, no quiero verlo, no quiero sus disculpas, es tarde, ella nunca volverá". Lucas lo abraza con fuerza, lo contiene en sus brazos, "está hermano, está, está en nuestros corazones, y ese hombre hoy es solo un miserable que no puede soportarse a sí mismo por la culpa y el castigo, no soy quien para aumentar ese dolor, porque ella me enseñó a perdonar, a amar, y a tí también.... DEBES PERDONAR".

El año 2009 cuando trabajé en aquel Hogar de varones conocí a estos tres hermanos, aprendí del mayor la fuerza de  la voluntad y el perdón, y del pequeño la candidez del amor noble; cuando su padre vino acompañado de dos policías a pedir perdón a sus hijos (4 años después del crimen), me solicitaron atender en consulta clínica al segundo hijo, aquel chico de 12 años que infringía normas a diario y todo el tiempo tenía problemas de conducta y la ira era su modo cotidiano de expresión, agredía con frecuencia al pequeño y desobedecía al mayor. Muchas sesiones de psicoterapia individual y entre hermanos y aquella que se realizó con el padre cuando vino de prisión para pedir perdón de rodillas a sus hijos, lograron que este muchachito expresara el profundo odio que sentía "por sí mismo", por no haber podido "salvar" a su madre. El hermano mayor inculcó al pequeño que el perdón era un milagro, que entre ambos perdonaran a su padre y ayudaran a su hermano. 
Los educadores solían decir con frecuencia lo profundamente RESILIENTE que era Lucas y cuando él pudo conocer aquel concepto, se propuso como meta hacer que sus hermanos también fueran resilientes a aquel evento traumático, a aquella profunda experiencia de dolor y pérdida del ser más amado que tuvieron en su infancia, su mamá.

LA RESILIENCIA ES LA CAPACIDAD del ser humano para hacer frente a  las adversidades de  la vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas.
Para que ésta capacidad aparezca en un sujeto, cuenta la interacción de esta persona con su entorno humano. Para obtenerla requiere ciertos factores protectores, como ser:
1) AUTOESTIMA: es el amor propio, se construye con el otro.
2) INTROSPECCIÓN: es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta.
3) INDEPENDENCIA: es saber fijar límites entre uno mismo y el medio con problemas; la capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en el aislamiento.
4) CAPACIDAD DE RELACIONARSE: habilidad para establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas.

En el año 2009 cuando conocí a estos tres hermanos, descubrí el valor de  la resiliencia como factor para la vida de los seres humanos, supe que es cuestíon de "elección", de decidir si vivimos en el recuerdo del dolor o si salimos adelante y usamos ese dolor como recurso. Así fue con ellos 3 y hoy, 7 años después de haberlos conocido, agradezco su vida en la mía, y agradezco esta hermosa profesión que me hace creer en los niños y en los adolescentes, que me hace saber que tras tanto dolor que siente a veces un adolescente, su fuerza interior es mayor a todo, su amor propio está ahí, en un lugar, oculto, a veces oscuro, pero ahí, está esa luz interna que brilla y lo hace salir de su soledad, de su letargo, de su aparente odiada existencia.

En honor a ellos, a estos adolescentes, a ustedes, a nosotros que un día también fuimos adolescentes, PSICOTEANS publica este caso y lo acompaña con un hermoso video inspirador.

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